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15/11/18

Jorge Luis Borges: Literatura francesa






Con alguna evidente salvedad (Montaigne, Saint-Simon, Bloy), cabe afirmar que la literatura de Francia tiende a producirse en función de la historia de la literatura. Si cotejamos un manual de la literatura francesa (verbigracia, el de Lanson o el de Thibaudet) con su congénere británico (verbigracia, el de Saintsbury o el de Sampson), comprobaremos no sin estupor que éste consta de concebibles seres humanos y aquél de escuelas, movimientos, generaciones, vanguardias, retaguardias, izquierdas o derechas, cenáculos y referencias al tortuoso destino del capitán Dreyfus. Lo más extraño es que la realidad corresponde a ese frenesí de abstracciones; antes de redactar una línea el escritor francés quiere comprenderse, definirse, clasificarse. El inglés escribe con inocencia, el francés lo hace a favor de a, contra b, en función de c, hacia d… Se pregunta (digamos): ¿Qué tipo de sonetos debe emitir un joven ateo, de tradición católica, nacido y criado en el Nivernais pero de ascendencia bretona, afiliado al partido comunista desde 1944? O, más técnicamente: ¿Cómo aplicar el vocabulario y los métodos de los Rougon-Macquart a la elaboración de una epopeya sobre los pescadores del Morbihan, que una al fervor de Fénelon la gárrula abundancia de Rabelais y que no descuide, por cierto, una interpretación psicoanalítica de la figura de Merlín? Esta premeditación que es la nota de la literatura francesa la hace abundar no sólo en composiciones de rigor clásico sino en felices o infelices extravagancias; basta, en efecto, que un hombre de letras francés profese una doctrina para que la aplique hasta el fin, con una especie de feroz probidad. Racine y Mallarmé (ignoro si la metáfora es tolerable) son el mismo escritor, ejecutando con el mismo decoro dos tareas disímiles… Hacer escarnio de esa premeditación no es difícil; conviene recordar, sin embargo, qué ha producido la literatura francesa, acaso la primera del orbe.

 «La paradoja de Apollinaire», 1946



En Borges A/Z
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges (1988)
Colección La Biblioteca de BabelFoto: Borges por  Marcello Mencarini (Leemage) Vía



26/9/18

Jorge Luis Borges: Zenón de Elea





La paradoja de Zenón de Elea, según indicó James, es atentatoria no solamente a la realidad del espacio, sino a la más invulnerable y fina del tiempo. Agrego que la existencia en un cuerpo físico, la permanencia inmóvil, la fluencia de una tarde en la vida, se alarman de aventura por ella. Esa descomposición es mediante la sola palabra infinito, palabra (y después concepto) de zozobra que hemos engendrado con temeridad y que una vez consentida en un pensamiento, estalla y lo mata. (Hay otros escarmientos antiguos contra el comercio de tan alevosa palabra: hay una leyenda china del cetro de los reyes de Liang, que era disminuido en una mitad por cada nuevo rey; el cetro, mutilado por dinastías, persiste aún). Mi opinión, después de las calificadísimas que he presentado, corre el doble riesgo de parecer impertinente y trivial. La formularé, sin embargo: Zenón es incontestable, salvo que confesemos la idealidad del espacio y del tiempo. Aceptemos el idealismo, aceptemos el crecimiento concreto de lo percibido, y eludiremos la pululación de abismos de la paradoja.

¿Tocar nuestro concepto del universo, por ese pedacito de tiniebla griega?, interrogará mi lector.

  Discusión, 1932


El móvil y la flecha y Aquiles son los primeros personajes kafkianos de la literatura.




En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges (1988)
Colección La Biblioteca de Babel


Imagen: Borges por Rogelio Naranjo Vía



7/8/18

Jorge Luis Borges: Schopenhauer







Es aventurado pensar que una coordinación de palabras (otra cosa no son las filosofías) pueda parecerse mucho al Universo. También es aventurado pensar que de esas coordinaciones ilustres, alguna —siquiera de modo infinitesimal— no se parezca un poco más que otras. He examinado las que gozan de cierto crédito; me atrevo a asegurar que sólo en la que formuló Schopenhauer he reconocido algún rasgo del Universo. Según esa doctrina, el mundo es una fábrica de la voluntad.

JLB, "Discusión", 1932

Yo leí muchos libros de filosofía, y creo que si tuviera que atenerme a un libro ese libro sería El mundo como voluntad y como representación. Desde luego, el Universo sigue siendo misterioso, pero me parece que de todas las doctrinas filosóficas, la de Schopenhauer es la que más se parece a una solución. Desde luego que no hay solución. Y si la hay, lo más probable es que no pueda ser dicha con palabras humanas. El Universo es tan complejo que no hay ninguna razón para que pueda ser expresado, sobre todo por algo tan casual como el lenguaje.

Giménez Zapiola, 1974

Para mí Schopenhauer es el filósofo. Yo creo que él realmente llegó a una solución. Si es que puede llegarse a una solución con palabras humanas.

Carrizo, 1983



En Borges A/Z
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges (1988)
Colección La Biblioteca de Babel

Foto: Schopenhauer's grave in winter by S. Ruehlow



2/6/18

Borges Luis Borges: Latinoamérica







América latina no existe. Creo que el sentirse ciudadano de un país entraña un acto de fe. Si ustedes se dicen norteamericanos es porque realmente están pensando como norteamericanos. Ustedes se sienten fundamentalmente norteamericanos. En el Sur… nosotros nunca pensamos como latinoamericanos. En lo que hace a mí mismo me considero como un argentino, no como un brasileño, un colombiano o aun un uruguayo. No quiero decir que sea mejor ser argentino que ser brasileño, colombiano o uruguayo.
Lo que quiero decir es… que nunca pienso que soy un mexicano. ¿Por qué habría de pensar que soy un mexicano cuando en realidad no lo soy? Creo que debemos reconocer el hecho de que nadie en la América latina se siente un latinoamericano.
La Nación, 1976


Hablar de América Latina es una generalización que no corresponde a la realidad. No menos injustificable y vago es el término Hispano América. Cada hispano es un íbero, un celta, un fenicio, un romano, un godo, un vándalo, un moro y no pocas veces un judío.
Nadie se siente latinoamericano. Un porteño está más cerca de un montevideano que de un jujeño o de un mendocino. Aquí, en Buenos Aires, suelo sentirme un poco gringo porque me falta sangre italiana. Todo americano, ya sea del Sur o del Norte, es un europeo desterrado. Nuestros idiomas son el castellano, el inglés y el portugués; no el navajo o el guaraní.
Montenegro, 1983


En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges (1988)
Colección La Biblioteca de Babel

26/5/18

Jorge Luis Borges: Antología







  Posiblemente ahora los mejores poetas contemporáneos sean nombres ignorados por nosotros, en países que no sospechamos. A lo mejor el primer poeta del año mil novecientos setenta y tantos es un señor que está escribiendo en Borneo o en Suiza. Las cosas se saben con el tiempo.

  Eso se nota mucho en las antologías: Ud. toma cualquier antología y el principio es bueno porque la selección ya ha sido hecha por el tiempo. Hay un libro que se llama Los cien mejores poemas de la lengua española, hecho por Menéndez Pelayo que sabía algo sobre el tema. En principio tiene poemas muy lindos —romances, sonetos— de todo: Fray Luis, San Juan de la Cruz… Luego, cuando llega al siglo XIX, está completamente perdido. Incluye escritores latinoamericanos como el de «A la agricultura en la zona tórrida» que es malo; la otra es Salomé Henríquez Ureña, la madre de Pedro Henríquez. Los demás son como si no existieran para él. Él tenía razones de amistad. Él tenía que incluir a poetas que eran amigos de él... Sí, de modo que usted cuenta entre las cien mejores poesías de la lengua castellana, poesías de personas que nadie recuerda ahora o poetas del siglo XVIII, que fue tan pobre en España (...), pero, con todo, es mejor la primera mitad de la antología y eso no se explica sólo por la decadencia de España: se explica por el hecho de que toda antología contemporánea —incluso la que usted o yo podamos hacer— tiene que corresponder un poco a amistades (...).

  Claro, pero en el caso de los muertos, no hay simpatías ni antipatías. Posiblemente Virgilio era una persona insufrible. El Dante no creo que haya sido muy querido y Milton debe haber sido una persona espantosa, ¿no? (...). Claro, y Hernández, por ejemplo, que se reverencia tanto en la República Argentina, no impresionó a ninguno de sus contemporáneos, porque no hay anécdotas de él.

  Gutiérrez de Lucena, 1975






En Borges A/Z
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges (1988)
Libros de Jorge Luis Borges y retrato fotográfico tomado por Ernesto Monteavaro
En estante de la biblioteca particular de Graciela Melgarejo
Al pie: Portada del libro Borges A/Z
Colección La Biblioteca de Babel


13/5/18

Jorge Luis Borges: Realismo






En general yo creo que no debemos suponer que de un lado está la realidad y del otro está el arte. A mí me preguntaron hace poco si yo creía que el poeta debe cumplir con la realidad. Y yo contesté que el poeta, desgraciadamente, es real también, y que los sueños y las invenciones del poeta forman parte de la realidad. Yo les voy a dar un ejemplo, quizá demasiado evidente. Es un libro que yo he leído y releído: la novela Salambó, de Flaubert. Flaubert creo que la subtituló «novela cartaginesa». Fue a Cartago, se documentó, leyó todos los textos posibles, tuvo una polémica con un erudito alemán, lo derrotó en esa polémica, escribió ese libro justamente famoso. Y, sin embargo, ese libro que ocurre en la época de las guerras púnicas, en Cartago, y cuyos personajes son cartagineses, es un libro que sólo pudo haberse escrito en el siglo XIX, en Francia, y que es parte de la realidad de esa época y de ese país. De suerte que creo que el poeta no debe de tratar de ser o de no ser realista, ya que sin quererlo estamos inmersos (la palabra no es linda, pero no encuentro otra en este momento) inmersos en la realidad, somos parte de la realidad, no podemos dejar de ser reales y contemporáneos.
Fernández Moreno, 1967


Qué raro, en Salambó de Flaubert aparecen cactus, porque él fue a Cartago y los vio pero él no sabía que los habían traído de México. Él creía que eran africanos, que eran cartagineses. De modo que, precisamente, por haber ido a investigar él se equivocó. Si se hubiera quedado en su casa, no hubiera cometido ese error.
Alberti, 1985




En Borges A/Z
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges, 1988

Imagen: Collections de la Bibliothèque municipale de Rouen
Gustave Flaubert, circa 1860; carte-de-visite portrait by Étienne Carjat


4/5/18

Jorge Luis Borges:Compadrito







El compadrito fue el plebeyo de las ciudades y del indefinido arrabal, como el gaucho lo fue de la llanura o de las cuchillas. Venerados arquetipos del uno son Martín Fierro y Juan Moreira y Segundo Ramírez Sombra; del otro no hay todavía un símbolo inevitable, aunque centenares de tangos y de sainetes lo prefiguran. Por lo demás, la primacía literaria del gaucho es quizá nominal: en el cuchillero Martín Fierro (como en Hormiga Negra y en otros paladines congéneres), la gente cree admirar al gaucho, pero esencialmente admira al compadrito, en el sentido peyorativo de la palabra. Lo prueba el hecho de que el episodio más familiar de nuestra epopeya (sigo la clarificación de Lugones) es la pelea con el negro del almacén.

  «Prólogo a la primera edición», El compadrito, 1945


  La creación de arquetipos que exaltan y simplifican la suma de las cosas concretas es un hábito, acaso inevitable, de nuestra mente. Buenos Aires, apoyada con fervor por Montevideo, sigue proponiéndonos dos: el gaucho y el compadre. Como los congéneres boor y clown en inglés y rustre en francés, la palabra gaucho tuvo un sentido peyorativo; ahora, por obra de hacendados poetas —José Hernández Pueyrredón, Rafael Obligado y Ricardo Güiraldes— y de cierta superstición demagógica, un sentido reverencial. El compadrito puede tener análogo destino. Curiosamente, ya hay quienes lo extrañamos; ya, como el gaucho, es un tema de la nostalgia. De paso recordemos que el compadrito se vio a sí mismo como gaucho; el circo de los Podestá y las entregas azarosas de Eduardo Gutiérrez fueron sus libros de caballería. Bien es verdad que un cuarteador, un carrero o un matarife, no diferían demasiado de un peón. Compartían, por lo demás, el hábito de los animales y del cuchillo. El campo entraba en la ciudad; mi madre alcanzó a ver en el Once, las carretas que venían del Oeste.

  «Nota de la segunda edición», El compadrito, 1968







En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges (1988)
Portada de la primera edición de El compadrito 
Antología de Jorge Luis Borges con la col. de  Silvina Bullrich
Buenos Aires, Emecé, 1945
Al pie: Portada del libro Borges A/Z  
Colección La Biblioteca de Babel

24/3/18

Jorge Luis Borges: Dictadura





Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez. Botones que balbucean imperativos, efigies de caudillos, vivas y mueras prefijados, muros exornados de nombres, ceremonias unánimes, la mera disciplina usurpando el lugar de la lucidez… Combatir esas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor. ¿Habré de recordar a lectores del Martín Fierro y de Don Segundo que el individualismo es una vieja virtud argentina?
«Palabras pronunciadas por J. L. B. 
en la comida que le ofrecieron los escritores», 1946

Las dictaduras podrían ser buenas, pero en general no lo son. Porque la dictadura ilustrada es una utopía y las dictaduras militares son las peores.
El País, marzo, 1981
En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges, 1988



Imagen: Otro Borges de Miguel Ruibal [FB] [TW] Blog
14 x 21 cms. pasteles, sanguina y lápiz blanco sobre papel 
2018 para Borges todo el año

Abajo: Portada del libro Borges A/Z
Colección La Biblioteca de Babel




















21/3/18

Jorge Luis Borges: Crítica literaria





Yo diría que la crítica literaria enriquece la literatura. Creo que un personaje tan complejo como Hamlet (the Dead) es más complejo después de haber pasado por Coleridge, por ejemplo. Creo que una de las funciones de la crítica no es tanto analizar los motivos del autor, sino enriquecer la obra.
Jasso, 1972
Yo creí en un tiempo que la crítica era el análisis de los textos, idea bastante corriente en Francia. Ahora creo que no, creo que lo importante es ubicar al crítico como creador y a la crítica como un hecho creativo. Hoy, por ejemplo, después de la obra de De Sanctis, de diversos críticos, no se puede ignorar el cambio que se ha operado en la crítica. Además, mi idea anterior correspondía a un concepto mecánico de la literatura que creía que la crítica era el análisis de los procedimientos literarios. Ahora descreo de los procedimientos y creo que lo importante es la ilusión que se produce detrás de los procedimientos. Este es mi concepto singular y que pertenece a Borges.
Espejo, 1976



En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges (1988)
Jorge Luis Borges en una conferencia en la SADE
A su izquierda, Antonio de la Torre
Foto Herederos Antonio de la Torre
Al pie: Portada del libro Borges A/Z  
Colección La Biblioteca de Babel

21/12/17

Jorge Luis Borges: Cortázar, Julio





Cuando Dante Gabriel Rossetti leyó la novela Cumbres borrascosas le escribió a un amigo: «La acción transcurre en el infierno, pero los lugares, no sé por qué, tienen nombres ingleses». Algo análogo pasa con la obra de Cortázar. Los personajes de la fábula son deliberadamente triviales. Los rige una rutina de casuales amores y de casuales discordias. Se mueven entre cosas triviales: marcas de cigarrillo, vidrieras, mostradores, whisky, farmacias, aeropuertos y andenes. Se resignan a los periódicos y a la radio. La topografía corresponde a Buenos Aires o a París y podemos creer al principio que se trata de meras crónicas. Poco a poco sentimos que no es así. Muy sutilmente el narrador nos ha atraído a su terrible mundo, en que la dicha es imposible. Es un mundo poroso, en el que se entretejen los seres; la conciencia de un hombre puede entrar en la de un animal o la de un animal en un hombre. También se juega con la materia de la que estamos hechos, el tiempo. En algunos relatos fluyen y se confunden dos series temporales.

El estilo no parece cuidado, pero cada palabra ha sido elegida. Nadie puede contar el argumento de un texto de Cortázar; cada texto consta de determinadas palabras en un determinado orden. Si tratamos de resumirlo verificamos que algo precioso se ha perdido.

«Prólogo» a J. Cortázar, Cuentos, 1986




En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges (1988)
Retratos de Borges y Cortázar (Instalación de Chapas Retro)
Al pie: Portada del libro Borges A/Z  
Colección La Biblioteca de Babel

10/12/17

Jorge Luis Borges: Suicidio





Eso de suicidarse es lo más sensato y lo más calmoso que pueda hacerse. Una prueba de serenidad. Y hablando de suicidio, creo haber leído en Schopenhauer, quien cita en Paralipómena, en su artículo «Über der Selbsmord», que había una ciudad en Grecia donde la gente que creía tener motivos para suicidarse, podía exponer su caso ante un tribunal. Digamos, gente con una enfermedad incurable o lo que fuera. Y si el tribunal juzgaba que estaba bien, que tenían razón, se les entregaba la cicuta. Y esto no era mal visto. Porque, en general, el suicidio ha sido muy mal visto, digamos, por el cristianismo. Y es raro, porque el cristianismo, que cuenta al fin con un Dios suicida —porque se entiende que Cristo se suicidó— hace, sin embargo, que se venere la cruz, que es el instrumento del suicidio de Jesús.
Chica, 1976


En Borges A/Z , 33
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges, 1988


Imagen arriba: Contratapa edición OC 1941-1960 (1992)

Abajo: Portada del libro Borges A/Z
Colección La Biblioteca de Babel





13/11/17

Jorge Luis Borges: Épica








Hay muchas personas, por ejemplo, que van al cine y lloran. Es algo que siempre sucede. A mí también. Pero nunca he llorado en las escenas lacrimosas, o en los episodios patéticos. Pero, por ejemplo, cuando vi por primera vez las películas de gángsters de Sternberg, recuerdo que cuando ocurría algo épico —es decir, gángsters de Chicago que morían valientemente— mis ojos se llenaban de lágrimas. He sentido más la poesía épica que la lírica o la elegíaca. Es algo que siempre me ha sucedido. Tal vez se deba a que desciendo de una familia de militares. Mi abuelo, el coronel Borges, luchó en las guerras de frontera contra los indios y murió en la revolución del 74; mi bisabuelo, el coronel Suárez, estuvo al mando de un regimiento de caballería colombiana y peruana en una de las últimas batallas contra los españoles; otro tío abuelo mío condujo la vanguardia del ejército de los Andes —en fin cosas así… Todo esto me liga a la historia argentina y también a la idea de que un hombre debe ser valiente.

Creo que en lo que concierne a la poesía épica o a la literatura épica más bien —si exceptuamos a escritores como T. E. Lawrence, en sus Siete pilares de la sabiduría, o algunos poetas como Kipling, por ejemplo en «Harp Song of the Dane Women» o incluso en sus cuentos— creo que, mientras nuestros hombres de letras parecen haber descuidado sus deberes con la épica, la épica, en nuestro tiempo, ha sido salvada para nosotros, de manera extraña, por los westerns (…).

En este siglo, como dije, la tradición épica ha sido salvada para el mundo, insólitamente, por Hollywood.  Cuando  fui  a  París,  sentí  ganas  de escandalizar a la gente y cuando me preguntaron —sabían que el cine me interesaba, o que me había interesado, porque ahora veo muy poco— me preguntaron: «¿Qué clase de películas le gustan?» Y yo contesté: «Francamente, lo que más me gusta son los westerns». Eran todos franceses y todos opinaron como yo. Me dijeron: «Por supuesto, vemos películas como Hirosima, mon amour o El año pasado en Marienbad por un sentimiento del deber, pero cuando queremos sentirnos realmente a gusto, vemos películas norteamericanas.»

Christ, 1970 




En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges (1988)
Fotografía de Leonardo Zavattaro, Borges en la biblioteca de su casa Vía Clarín
Al pie: Portada del libro Borges A/Z  
Colección La Biblioteca de Babel


5/11/17

Jorge Luis Borges: Biblioteca






Como ciertas ciudades, como ciertas personas, una parte muy grata de mi destino fueron los libros. ¿Me será permitido repetir que la biblioteca de mi padre ha sido el hecho capital de mi vida? La verdad es que nunca he salido de ella, como no salió nunca de la suya Alonso Quijano.

Historia de la noche, 1977


Yo no tengo ningún libro mío en casa. No, porque yo cuido mucho mi biblioteca. ¡Cómo voy a codearme yo con Conrad o con Platón! Sería ridículo. Yo no tengo libros míos, y libros sobre mí leí uno nomás. Después no he leído ninguno de los otros. Por ejemplo, a Alicia Jurado le dije: «Mirá, yo te agradezco mucho que hayas escrito este libro, pero yo no voy a leerlo porque el tema no me interesa o me interesa demasiado. Estoy harto de Borges». Y ella me dijo: «No, si es un libro en que no vas a encontrar nada desagradable». Bueno, le digo: «Sí. El tema. El tema central me es desagradable».

Alberti, 1985






En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges (1988)
Foto: Borges visita la biblioteca de la Escuela Almafuerte de Ramos Mejía
Al pie: Portada del libro Borges A/Z  
Colección La Biblioteca de Babel

26/8/17

Jorge Luis Borges: Utopía





Yo espero llegar a una edad sin aniversarios, sin colecciones, sin museos.

Tengo un cuento que se titula Utopía de un hombre que está cansadoen el que se supone que todo hombre se dedica a la música, que todo hombre es su propio Brahms; que todo hombre se dedica a la literatura, que todo hombre es su propio Shakespeare. Y luego, cuando muere, se destruye toda su obra, porque todo hombre es capaz de producirla. Y no hay clásicos, y no hay memoria, y no hay bibliotecas, desde luego. Porque todo hombre puede producir una biblioteca, o puede producir una galería, o puede elevar una estatua o construir una casa. Que el arte sea una preocupación, sea una ocupación de todo individuo. Y entonces ya se borrarán esas molestias: las historias de la literatura, las bibliotecas, los museos, colecciones (…). 

Yo pensaba, se me ocurrió esta mañana, que quizá el ideal sería (…) un mundo del todo anónimo. Que no hubiera nombres de países, por ejemplo, que sólo sirven de pretexto para guerras. Que no hubiera… que ningún individuo tuviera nombre. Que todo libro que se publicara fuera anónimo. Que no hubiera ni éxito ni fracaso. Y, sería mejor, que no existiera ni la pobreza ni la fortuna.


Antonio Carrizo, 1982




En Borges A/Z
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges, 1988

La Biblioteca de Babel - 33

Foto:  Jorge Luis Borges, 1975 (Bettmann/Corbis) Detalle



5/8/17

Jorge Luis Borges: Borges, Jorge Luis







  La ya avanzada edad me ha enseñado la resignación de ser Borges.

  El informe de Brodie, 1970


  Ustedes se equivocan conmigo. Yo soy una alucinación colectiva.

  Krauze, 1979


  El gran historiador Toynbee me dijo que el escritor que más admiraba en el mundo era Borges. Se lo dije a él. Era previsible su réplica:  «¿Qué culpa tengo yo de que él tenga tan mal gusto?».

  Petit, 1980


 Yo no sé quién soy. Tal vez no sea nadie. Posiblemente una ilusión creada por la generosidad de ustedes.

  El País, 1980


  He ido aprendiendo a ser Borges.

  Tapia, 1982


  «¿Borges? ¡Un bluff!» Y yo le contesté: «De acuerdo amigo, pero un bluff involuntario».

  Molachino, 1984






En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges (1988)
Foto: Borges en una plaza de Buenos Aires, 1978 
Portada del libro Borges A/Z  
Colección La Biblioteca de Babel

20/7/17

Jorge Luis Borges: Amistad






La amistad no es menos misteriosa que el amor o que cualquiera de las otras faces de esta confusión que es la vida.
El informe de Brodie, 1970

Creo que la amistad es la mejor pasión argentina.
Arias, 1971

La amistad pervive. Sí, aunque los amigos no se vean seguido. Yo soy muy amigo de Mastronardi y nos vemos escasamente. El amor, en cambio, requiere milagros, pruebas y confirmaciones permanentes.
Borges & Sábato, 1976






En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges, 1988
Autorretrato de Vasco Szinetar junto a Jorge Luis Borges 
Foto ©Vasco Szinetar, Caracas, 1982
Portada del libro Borges A/Z  
Colección La Biblioteca de Babel


18/6/17

Jorge Luis Borges: Laberinto






Surge por un grabado de un libro de la Casa Garnier que había en Francia, en la biblioteca de mi padre. Era una especie de edificio parecido a un anfiteatro, tenía grietas, se veía que era un edificio alto porque era mucho más alto que los cipreses y que los hombres. Yo pensaba que si tuviera una lupa o tuviera una mejor vista podría ver un minotauro adentro, y desde entonces he tenido esa visión del laberinto. Pero además es un símbolo del estar perplejo, de estar perdido en la vida, y yo me siento muchas veces perplejo, es decir, casi diría que mi estado continuo es un estado de asombro: ahora estoy asombrado de estar grabando aquí, de estar conversando con ustedes, y me parece que el símbolo más evidente de la perplejidad es el laberinto. Además, el laberinto tiene algo muy curioso porque la idea de perderse no es rara, pero la idea de un edificio construido para que la gente se pierda —aunque esa idea sea tomada de los túneles de las minas— es una idea rara, la idea de un arquitecto de laberintos, la idea de Dédalo o (si quiere literariamente) la idea de Joyce es una idea rara, la idea de construir un edificio de una arquitectura cuyo fin sea que se pierda la gente y que se pierda el lector, esa es una idea rara, por eso he seguido siempre pensando en el laberinto…

  Borges para millones, 1978






En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges, 1988
Foto: Jorge Luis Borges en Buenos Aires,1978
Portada del libro Borges A/Z 
Colección La Biblioteca de Babel



25/5/17

Jorge Luis Borges: Argentina






También es lícito decir que la mejor tradición argentina es la de superar lo argentino.
  «Un destino», 1961

  Y ya que he hablado de Sur, ya que Victoria Ocampo nos ha congregado, quiero repetir, para terminar, una vindicación de Sur, del espíritu de Sur, del espíritu de Victoria, que he debido hacer otras veces. Y es la absurda acusación de falta de argentinidad. La hacen quienes se llaman nacionalistas, es decir, quienes por un lado ponderan lo nacional, lo argentino y al mismo tiempo tienen tan pobre idea de lo argentino, que creen que los argentinos estamos condenados a lo meramente vernáculo y somos indignos de tratar de considerar el universo. Ahora bien, es difícil definir lo argentino, precisamente porque lo argentino es algo elemental y lo elemental es de difícil o de imposible definición. Pero si ya existe en el cielo platónico un arquetipo de lo argentino, y creo que existe, uno de los atributos de ese arquetipo es la hospitalidad, la curiosidad, el hecho de que de algún modo somos menos provincianos que los europeos; es decir, nos interesan todas las variedades del ser, todas las variedades de lo humano; nos interesan todas las variedades de la geografía y de la historia, del espacio y del tiempo. Y esa tendencia argentina a ver el universo y a ver no sólo lo que ocurre aquí ahora, sino lo que ocurrió en otras partes, lo que ocurrirá en todas partes. Todo eso ha sido estimulado generosamente, admirablemente y eficazmente por nuestra admirable amiga Victoria Ocampo.
  «Los premios nacionales de poesía», 1964

  La patria es un problema; el presente siempre lo es, ya que comporta un desafío, ya que el Juicio Final —el día más joven, como lo ha llamado Alemania— está perpetuamente ocurriendo. Creo, sin embargo, que tenemos algún derecho a la esperanza. Del más despoblado y perdido de los territorios del poder español, hicimos la primera de las repúblicas latinoamericanas; derrotamos al invasor inglés, al castellano, al brasileño, al paraguayo, al indio y al gaucho, que luego elevaríamos a mito, y llegamos a ser en un continente de superficiales y pequeñas aristocracias y de multitudes indígenas o africanas, un honesto país de clase media y de sangre europea. Carecemos o casi carecemos (loados sean los númenes bienhechores) de la fascinación del color local, propicia al turismo.
  «Prólogo», Qué es la Argentina, 1970





En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges, 1988
Foto: Jorge Luis Borges, ©Bernardo Pérez  para El País
Portada del libro Borges A/Z 
Colección La Biblioteca de Babel




15/4/17

Jorge Luis Borges: Dios







 Sí, he escrito mucho sobre Dios, inclusive he escrito una demostración casi humorística sobre su existencia. Pero al fin de cuentas no sé si creo en Dios. Creo que algo, no nosotros, está detrás de las cosas. Pero respecto a Dios… tengo miedo de creer en Dios porque los humanos siempre creemos en Dios más por autocompasión que por otra cosa. Es horrible, vergonzoso, que la lástima por nosotros mismos y por los demás nos lleve a invocar a Dios. Prefiero decir como Shaw: «En vista de las circunstancias, he renunciado a las bondades del Cielo». Quizás el Infierno es un sitio más digno. Cada vez que caemos en la tentación de creer en una divinidad, deberíamos recordar a Santa Teresa: «No me mueve, mi Dios, para quererte, el Cielo que me tienes prometido». Creo que basta un dolor de muelas para negar la existencia de un Dios Todopoderoso. El dolor es algo que no le agrada a nadie, por supuesto. Y no tengo tanto miedo a la muerte como al dolor. Recuerdo que mi abuela —era una persona de veras brillante— decía que Cristo, a pesar de su calvario, no debe haber sufrido más de lo que sufre cualquier ser humano. Además su dolor tenía una justificación. En cambio el nuestro, ir al dentista, por ejemplo, es algo que por sí solo debería ganarnos el Cielo. Claro que estar clavado en una cruz… Yo no entiendo a Unamuno, porque Unamuno escribió que Dios para él era proveedor de inmortalidad, que no podía creer en un Dios que no proveyera la inmortalidad. Yo no veo nada de eso. Puede que haya un Dios que desee que yo no siga viviendo o que piense que el Universo no me necesita. Después de todo no me necesitó hasta 1899 cuando nací. Fui dejado de lado hasta entonces.
  Solares, 1976


  Es la máxima creación de la literatura fantástica. Lo que imaginaron Wells, Kafka o Poe no es nada comparado con lo que imaginó la teología. La idea de un ser perfecto, omnipotente, todopoderoso, es realmente fantástica.
  Borges & Sábato, 1976


  Yo no soy misionero cristiano ni del agnosticismo… Todo es posible, hasta Dios. Fíjese que ni siquiera estamos seguros de que Dios no exista.
  Caldeiro, 1977





En Borges A/Z 
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges, 1988
Retratos de Borges preparados para exhibirse en el Instituto Cervantes de New York, diciembre de 2016
Portada del libro Borges A/Z 
Colección La Biblioteca de Babel



5/3/17

Jorge Luis Borges: Santísima Trinidad






Uno de los hábitos de la mente es la invención de imaginaciones horribles. Ha inventado el Infierno, ha inventado la predestinación al Infierno, ha imaginado las ideas platónicas, la quimera, la esfinge, los anormales números transfinitos (donde la parte no es menos copiosa que el todo), las máscaras, los espejos, las óperas, la teratológica Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espectro insoluble, articulados en un solo organismo…

«La biblioteca total», 1939


La divinidad de Cristo es una cosa tan rara… Yo recuerdo que mi padre me decía que el mundo es tan raro que todo es posible… hasta la Santísima Trinidad. Como si hubiera dicho el unicornio.

Fernández Ferrer, 1986







En Borges A/Z

A. Fernández Ferrer y J. L. Borges, 1988
Imagen arriba: Captura Borges: El eterno retorno (1985)
Dirección Patricia Enis/Fernando Flores
Imagen abajo: A. Fernández Ferrer y M. Kodama 
Foto Bernardo Pérez Madrid, 2005 (detalle) Vía


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