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3/3/20

Jorge Luis Borges: Para una versión del «I King»







El porvenir es tan irrevocable
como el rígido ayer. No hay una cosa
que no sea una letra silenciosa
de la eterna escritura indescifrable

cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja
de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
es la senda futura y recorrida.
El rigor ha tejido la madeja.

No te arredres. La ergástula es oscura,
la firme trama es de incesante hierro,
pero en algún recodo de tu encierro

puede haber un descuido, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha
pero en las grietas está Dios, que acecha.




Soneto con el cual Borges prologa I Ching. Libro de las mutaciones (1975),
edición de Richard Wilhelm (Edhasa) 

Luego, con variaciones en La moneda de hierro y siguientes ediciones.

Foto sin atribución: Jorge Luis Borges, Madrid 1980 - EFE archivo


8/2/18

Jorge Luis Borges: Juan Crisóstomo Lafinur






(1797-1824)


El volumen de Locke, los anaqueles,
la luz del patio ajedrezado y terso,
y la mano trazando, lenta, el verso:
La pálida azucena a los laureles.
Cuando en la tarde evoco la azarosa
procesión de mis sombras, veo espadas
públicas y batallas desgarradas;
con usted, Lafinur, es otra cosa.
Lo veo discutiendo largamente
con mi padre sobre filosofía,
y conjurando esa falaz teoría
de unas eternas formas en la mente.
Lo veo corrigiendo este bosquejo,
del otro lado del incierto espejo.






En La moneda de hierro (1976)
©1976, Borges, Jorge Luis
©1976, Buenos Aires, Ediciones Emecé


Arriba: Retrato sin atribución de Juan Crisóstomo Lafinur

Abajo: Monumento Museo de la Poesía Manuscrita 
"Juan Crisóstomo Lafinur" en La Carolina, 2016
Foto Fernando Romero Vía

Véase también: Imagen de Lafinur [Conferencia dictada en San Luis, noviembre de 1976]


13/1/18

Jorge Luis Borges: Unas monedas









Génesis, 9, 13
  
El arco del Señor surca la esfera
y nos bendice. En el gran arco puro
están las bendiciones del futuro,
pero también está mi amor, que espera.


Mateo, 27, 9 
La moneda cayó en mi hueca mano.
No pude soportarla, aunque era leve,
y la dejé caer. Todo fue en vano.
El otro dijo: Aún faltan veintinueve.


Un solado de Oribe

Bajo la vieja mano, el arco roza
de un modo transversal la firme cuerda.
Muere un sonido. El hombre no recuerda
que ya otra vez hizo la misma cosa.


En La moneda de hierro (1976)
©1976, Borges, Jorge Luis
©1976, Buenos Aires, Ediciones Emecé

Imagen: Caricatura de Borges por Carlos Temes [FB]

6/12/17

Jorge Luis Borges: Una llave en East Lansing









A Judith Machado

Soy una pieza de limado acero.
Mi borde irregular no es arbitrario.
Duermo mi vago sueño en un armario
que no veo, sujeta a mi llavero.
Hay una cerradura que me espera,
una sola. La puerta es de forjado
hierro y firme cristal. Del otro lado
está la casa, oculta y verdadera.
Altos en la penumbra los desiertos
espejos ven las noches y los días
y las fotografías de los muertos
y el tenue ayer de las fotografías.
Alguna vez empujaré la dura
puerta y haré girar la cerradura.


En La moneda de hierro (1976)
©1976, Borges, Jorge Luis
©1976, Buenos Aires, Ediciones Emecé

Imagen: Retrato de Borges expuesto en Biblioteca Nacional Mariano Moreno de Buenos Aires 2017
(No tengo autor ni otra data: Agradeceremos si alguien la brinda)



18/8/17

Jorge Luis Borges: Hilario Ascasubi (1807-1875)








Alguna vez hubo una dicha. El hombre
aceptaba el amor y la batalla
con igual regocijo. La canalla
sentimental no había usurpado el nombre
del pueblo. En esa aurora, hoy ultrajada,
vivió Ascasubi y se batió, cantando
entre los gauchos de la patria cuando
los llamó una divisa a la patriada.
Fue muchos hombres. Fue el cantor y el coro;
por el río del tiempo fue Proteo.
Fue soldado en la azul Montevideo
y en California, buscador de oro.
Fue suya la alegría de una espada
en la mañana. Hoy somos noche y nada.




En La moneda de hierro (1976)
Foto: Hilario Ascasubi (dominio público/sin atribución) Vía

Véase también JLB, El coronel Ascasubi



9/8/17

Jorge Luis Borges: El conquistador





Cabrera y Carbajal fueron mis nombres.
He apurado la copa hasta las heces.
He muerto y he vivido muchas veces.
Yo soy el Arquetipo. Ellos, los hombres.
De la Cruz y de España fui el errante
soldado. Por las nunca holladas tierras
de un continente infiel encendí guerras.
En el duro Brasil fui el bandeirante.
Ni Cristo ni mi Rey ni el oro rojo
fueron el acicate del arrojo
que puso miedo en la pagana gente.
De mis trabajos fue razón la hermosa
espada y la contienda procelosa.
No importa lo demás. Yo fui valiente.

En La moneda de hierro (1976)
Retrato de Borges por Enrique Hernández D´Jesús

31/7/17

Jorge Luis Borges: La clepsidra







No de agua, de miel, será la última
gota de la clepsidra. La veremos
resplandecer y hundirse en la tiniebla,
pero en ella estarán las beatitudes
que al rojo Adán otorgó Alguien o Algo:
el recíproco amor y tu fragancia,
el acto de entender el universo,
siquiera falazmente, aquel instante
en que Virgilio da con el hexámetro,
el agua de la sed y el pan del hambre,
en el aire la delicada nieve,
el tacto del volumen que buscamos
en la desidia de los anaqueles,
el goce de la espada en la batalla,
el mar que libre roturó Inglaterra,
el alivio de oír tras el silencio
el esperado acorde, una memoria
preciosa y olvidada, la fatiga,
el instante en que el sueño nos disgrega.


En La moneda de hierro (1976)

30/7/17

Jorge Luis Borges: Elegía de la patria






De hierro, no de oro, fue la aurora.
La forjaron un puerto y un desierto,
unos cuantos señores y el abierto
ámbito elemental de ayer y ahora.
Vino después la guerra con el godo.
Siempre el valor y siempre la victoria.
El Brasil y el tirano. Aquella historia
desenfrenada. El todo por el todo.
Cifras rojas de los aniversarios,
pompas del mármol, arduos monumentos,
pompas de la palabra, parlamentos,
centenarios y sesquicentenarios,
son la ceniza apenas, la soflama
de los vestigios de esa antigua llama.


En La moneda de hierro (1976)
Retrato de Jorge Luis Borges
Fundación Internacional Jorge Luis Borges


24/7/17

Jorge Luis Borges: El Perú






De la suma de cosas del orbe ilimitado
vislumbramos apenas una que otra. El olvido
y el azar nos despojan. Para el niño que he sido,
el Perú fue la historia que Prescott ha salvado.
Fue también esa clara palangana de plata
que pendió del arzón de una silla y el mate
de plata con serpientes arqueadas y el embate
de las lanzas que tejen la batalla escarlata.
Fue después una playa que el crepúsculo empaña
y un sigilo de patio, de enrejado y de fuente,
y unas líneas de Eguren que pasan levemente
y una vasta reliquia de piedra en la montaña.
Vivo, soy una sombra que la Sombra amenaza;
moriré y no habré visto mi interminable casa.



En La moneda de hierro (1976)
Fotografía:  Jorge Luis Borges y María Kodama recibidos en Lima a la salida del aeropuerto Jorge Chávez 
junto a estudiantes de las Universidades San Marcos y La Católica, c. 1980


4/7/17

Jorge Luis Borges: La víspera







Millares de partículas de arena,
ríos que ignoran el reposo, nieve
más delicada que una sombra, leve
sombra de una hoja, la serena
margen del mar, la momentánea espuma,
los antiguos caminos del bisonte
y de la flecha fiel, un horizonte
y otro, los tabacales y la bruma,
la cumbre, los tranquilos minerales,
el Orinoco, el intrincado juego
que urden la tierra, el agua, el aire, el fuego,
las leguas de sumisos animales,
apartarán tu mano de la mía,
pero también la noche, el alba, el día...


En La moneda de hierro (1976)
Fotografía y manuscrito de Jorge Luis Borges 
hallados en la Biblioteca Nacional Argentina en 2010


29/1/17

Jorge Luis Borges: Coronel Suárez





Alta en el alba se alza la severa
faz de metal y de melancolía.
Un perro se desliza por la acera.
Ya no es de noche y no es aún de día.
Suárez mira su pueblo y la llanura
ulterior, las estancias, los potreros,
los rumbos que fatigan los reseros,
el paciente planeta que perdura.
Detrás del simulacro te adivino,
oh joven capitán que fuiste el dueño
de esa batalla que torció el destino:
Junín, resplandeciente como un sueño.
En un confín del vasto Sur persiste
esa alta cosa, vagamente triste


En La moneda de hierro (1976)
Jorge Luis Borges y Alicia Jurado en visita a la ciudad y monumento de Coronel Suárez 
Foto Estilo Dégele


7/1/17

Jorge Luis Borges: Einar Tambarskelver (Heimskringla, I, 117)







Odín o el rojo Thor o el Cristo Blanco...
Poco importan los nombres y sus dioses;
no hay otra obligación que ser valiente
y Einar lo fue, duro caudillo de hombres.
era el primer arquero de Noruega
y diestro en el gobierno de la espada
azul y de las naves. De su paso
por el tiempo, nos queda una sentencia
que resplandece en las crestomatías.
La dijo en el clamor de una batalla
en el mar. Ya perdida la jornada,
ya abierto el estribor al abordaje,
un flechazo final quebró su arco.
El rey le preguntó qué se había roto
a sus espaldas y Einar Tambarskelver
dijo: Noruega, rey, entre tus manos.
Siglos después, alguien salvó la historia
en Islandia. Yo ahora la traslado,
tan lejos de esos mares y de ese ánimo.


En La moneda de hierro (1976)
Foto: Jorge Luis Borges, Archivo El Universal México

1/1/17

Jorge Luis Borges: El fin







El hijo viejo, el hombre sin historia,
el huérfano que pudo ser el muerto,
agota en vano el caserón desierto.
(Fue de los dos y es hoy de la memoria.
Es de los dos.) Bajo la dura suerte
busca perdido el hombre doloroso
la voz que fue su voz. Lo milagroso
no sería más raro que la muerte.
Lo acosarán interminablemente
los recuerdos sagrados y triviales
que son nuestro destino, esas mortales
memorias vastas como un continente.
Dios o Tal Vez o Nadie, yo te pido
su inagotable imagen, no el olvido.


En La moneda de hierro (1976)
Retrato de Borges en el film Performance, con Mick Jagger y Nicholas Roeg (1970)

24/9/16

Jorge Luis Borges: Ein Traum*





Lo sabían los tres.
Ella era la compañera de Kafka.
Kafka la había soñado.
Lo sabían los tres.
Él era el amigo de Kafka.
Kafka lo había soñado.
Lo sabían los tres.
La mujer le dijo al amigo:
Quiero que esta noche me quieras.
Lo sabían los tres.
El hombre le contestó: Si pecamos,
Kafka dejará de soñarnos.
Uno lo supo.
No había nadie más en la tierra.
Kafka se dijo:
Ahora que se fueron los dos, he quedado solo.
Dejaré de soñarme.













* Unos sueños. Ciertas páginas de este libro fueron dones de sueños. Una, Ein Traum, me fue dictada una mañana en East Lansing, sin que yo la entendiera y sin que me inquietara sensiblemente; pude transcribirla después, palabra por palabra. Se trata, claro está, de una mera curiosidad psicológica o, si el lector es muy generoso, de una inofensiva parábola del solipsismo. La visión del rey muerto y el Episodio del enemigo fueron pesadillas auténticas; para mejorar la segunda, interpolé el tratado de Artemidoro y el bastón que se cae del sueño. Heráclito es una involuntaria variación de En busca de Averroes, que data de 1949.


En La moneda de hierro (1976)
Foto: Borges (probablemente de Amanda Ortega)
Agencia SIGLA Vía IberLibro

15/6/16

Jorge Luis Borges: No eres los otros








No te habrá de salvar lo que dejaron
escrito aquellos que tu miedo implora;
no eres los otros y te ves ahora
centro del laberinto que tramaron
tus pasos. No te salva la agonía
de Jesús o de Sócrates ni el fuerte
Siddharta de oro que aceptó la muerte
en un jardín, al declinar el día.
Polvo también es la palabra escrita
por tu mano o el verbo pronunciado
por tu boca. No hay lástima en el Hado
y la noche de Dios es infinita.
Tu materia es el tiempo, el incesante
tiempo. Eres cada solitario instante.



En La moneda de hierro (1976)
Imagen: Borges en Ávila, España 
Foto © Fundación Internacional Jorge Luis Borges


10/5/16

Jorge Luis Borges: Heráclito







Heráclito camina por la tarde
de Éfeso. La tarde lo ha dejado,
sin que su voluntad lo decidiera,
en la margen de un río silencioso
cuyo destino y cuyo nombre ignora.
Hay un Jano de piedra y unos álamos.
Se mira en el espejo fugitivo
y descubre y trabaja la sentencia
que las generaciones de los hombres
no dejarán caer. Su voz declara:
nadie baja dos veces a las aguas
del mismo río. Se detiene. Siente
con el asombro de un horror sagrado
que él también es un río y una fuga.
Quiere recuperar esa mañana
y su noche y la víspera. No puede.
Repite la sentencia. La ve impresa
en futuros y claros caracteres
en una de las páginas de Burnet.
Heráclito no sabe griego. Jano,
dios de las puertas, es un dios latino.
Heráclito no tiene ayer ni ahora.
Es un mero artificio que ha soñado
un hombre gris a orillas del Red Cedar,
un hombre que entreteje endecasílabos
para no pensar tanto en Buenos Aires
y en los rostros queridos. Uno falta.



En La moneda de hierro (1976)
Foto: Borges dispuesto a firmar ejemplares en Librería de la Ciudad, 
En Petit de Murat, Ulyses: Borges en Buenos Aires



25/3/16

Jorge Luis Borges: En Islandia el alba








Esta es el alba.
Es anterior a sus mitologías y al Cristo Blanco.
Engendrará los lobos y la serpiente
que también es el mar.
El tiempo no la roza.
Engendró los lobos y la serpiente
que también es el mar.
Ya vio partir la nave que labrarán
con uñas de los muertos.
Es el cristal de sombra en que se mira
Dios, que no tiene cara.
Es más pesada que sus mares
y más alta que el cielo.
Es un gran muro suspendido.
Es el alba en Islandia.



En La moneda de hierro (1976)
Foto: Borges en Madrid, 1980
©Antonio Suárez

26/12/15

Jorge Luis Borges: El remordimiento









He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.




En La moneda de hierro (1976)
Lámina de Antonio Berni 
Frente a la portada de La moneda de hierro 
Primera edición, Emecé, Buenos Aires, 1976

5/12/15

Jorge Luis Borges: Herman Melville








Siempre lo cercó el mar de sus mayores,
los sajones, que al mar dieron el nombre
Ruta de la ballena, en que se aúnan
las dos enormes cosas, la ballena
y los mares que largamente surca.
Siempre fue suyo el mar. Cuando sus ojos
vieron en alta mar las grandes aguas
ya lo había anhelado y poseído
en aquel otro mar, que es la Escritura,
o en el dintorno de los arquetipos.
Hombre, se dio a los mares del planeta
y a las agotadoras singladuras
y conoció el arpón enrojecido
por Leviathán y la rayada arena
y el olor de las noches y del alba
y el horizonte en que el azar acecha
y la felicidad de ser valiente
y el gusto, al fin, de divisar a Ítaca.
Debelador del mar, pisó la tierra
firme que es la raíz de las montañas
y en la que marca un vago derrotero,
quieta en el tiempo, una dormida brújula.
A la heredada sombra de los huertos,
Melville cruza las tardes de New England
pero lo habita el mar. Es el oprobio
del mutilado capitán del Pequod,
el mar indescifrable y las borrascas
y la abominación de la blancura.
Es el gran libro. Es el azul Proteo.*




Es el azul Proteo. La hipálage es de Ovidio y la repite Ben Jonson.
En La moneda de hierro  (1976)
Image: From a photo taken at the age of sixty-six by Rodkwood
Undated. Yale University Library
Collection Bettmann/Corbis


10/11/15

Jorge Luis Borges: El ingenuo







Cada aurora (nos dicen) maquina maravillas
capaces de torcer la más terca fortuna;
hay pisadas humanas que han medido la luna
y el insomnio devasta los años y las millas.
En el azul acechan públicas pesadillas
que entenebran el día. No hay en el orbe una
cosa que no sea otra, o contraria, o ninguna.
A mí sólo me inquietan las sorpresas sencillas.
Me asombra que una llave pueda abrir una puerta,
me asombra que mi mano sea una cosa cierta,
me asombra que del griego la eleática saeta
instantánea no alcance la inalcanzable meta,
me asombra que la espada cruel pueda ser hermosa,
y que la rosa tenga el olor de la rosa.


En La moneda de hierro (1976)
Fotos: ©Sara Facio, Borges, Buenos Aires
Buenos Aires, La Azotea, 2005



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